El valor de una empresa está determinado por su capacidad de generar flujo de efectivo, lo cual se deriva por la posición que ocupa en el mercado en que opera, como resultado de la utilización de sus activos: tangibles e intangibles, por su relación con los clientes y proveedores, su marca, su imagen, su organización y el conocimiento acumulado y aplicado de su personal.
Operativamente, la capacidad de generar flujo de efectivo está determinada, principalmente, por los siguientes factores: Por su capacidad de intervenir en el mercado (ventas) y el ritmo de crecimiento previsto. Por su estructura de costos y gastos (eficiencia en su operación). Por el manejo de su capital de trabajo (ciclo de recuperación de efectivo). Por su gasto en inversión (reposición de activos fijos) Por su costo de capital (deuda y recursos propios). Un primer indicador de que la empresa genera valor es cuando el rendimiento de su inversión (Total de activos menos pasivo circulante) es superior a su costo de capital. Otro indicador es cuando el valor determinado de la empresa (neto de deuda), es decir, el valor de su capital invertido (recursos propios) es superior a su valor registrado en libros (capital contable).
El valor acumulado por la empresa como resultado de operación como negocio en marcha a lo largo de su historia y corresponde esencialmente a los intangibles desarrollados y no registrados en su balance. El valor de una empresa tiene dos componentes: Lo expresado en sus estados financieros; y Lo que ha desarrollado de valor y no está expresado en sus estados financieros. Actualmente hay un reconocimiento entre los organismos internacionales relacionados con las normas de contabilidad e información financiera de que los estados financieros tal como actualmente se emiten no reflejan el estado real de una empresa porque no consideran ese valor desarrollado a través de su historia (intangibles).